DÍA MUNDIAL DE LA HOMEOPATÍA
10 DE ABRIL DE 2017
Hoy se celebra el DÍA MUNDIAL DE LA HOMEOPATÍA en conmemoración a la fecha de nacimiento de nuestro Maestro Samuel F. Hahnemann.
Queremos enviar a todos nuestros colegas una felicitación en este día y un afectuoso abrazo.
A continuación, publicamos uno de los escritos de Hahnemann, donde condensa la esencia de los conceptos de la filosofía homeopática. Se trata de "Espíritu de la Doctrina", publicado en 1813.
ESPÍRITU DE LA DOCTRINA - SAMUEL F. HAHNEMANN - 1813
Es imposible conocer la esencia de las enfermedades y los
cambios ocultos que son capaces de producir en el organismo: de ahí lo absurdo
de pretender asentar su tratamiento en conjeturas establecidas a este respecto.
Las virtudes curativas de los medicamentos no pueden adivinarse mediante
hipótesis químicas o gracias a las impresiones que éstos ejercen sobre el olfato,
la vista o el gusto y resulta absurdo pretender curar las enfermedades mediante
estas sustancias cuyo abuso entraña tantos peligros desde las presunciones
originadas en semejante fuente. Tan método, por más que invoquemos en su favor
su utilización tan extendida e incluso siendo el único que se utiliza desde
hace miles de años, no es menos contrario a la razón y a los intereses del
género humano, al tomar por verdades las vagas hipótesis que se han forjado
sobre la naturaleza íntima de las enfermedades y oponerlas a las virtudes no
menos imaginarias atribuidas a los medicamentos.
Es preciso que aquello que se debe eliminar en cada
enfermedad para volver al estado de salud sea perfectamente reconocible por
nuestros sentidos y que cada medicamento ponga de manifiesto de forma expresa y
apreciable lo que puede curar con certeza antes de que lo empleemos contra
cualquier padecimiento. De no ser así, la medicina se reduciría a una especie
de lotería donde se juega con la vida de los semejantes y jamás se convertiría
en un verdadero socorro para el hombre enfermo.
Voy a demostrar qué es lo que se nos presenta como
incontestablemente curativo en las enfermedades y qué tenemos que hacer para
asegurarnos de las virtudes curativas que poseen los medicamentos, a fin de
poder emplear después estas sustancias como remedios.
La vida tan sólo podemos conocerla de una forma empírica,
por sus manifestaciones o fenómenos y es absolutamente imposible hacerse una
idea a priori a partir de especulaciones metafísicas. Los mortales jamás podrán
apercibir ni descubrir mediante conjeturas lo que es la vida en sí, en su más
íntima esencia.
La vida del hombre y sus dos estados, la salud y la
enfermedad, no nos la explica ninguno de los principios que sirven para aclarar
otras cuestiones. La vida no puede compararse a nada en el mundo, si no es a sí
misma. No existe ninguna relación entre ella y una máquina hidráulica o de otro
tipo, o una operación química o una descomposición y una producción de gas, o
una batería galvánica. En una palabra, no se asemeja a nada.
La vida humana no obedece bajo ningún concepto a las leyes
puramente físicas que técnicamente ejercen sus efectos sobre las sustancias
inorgánicas. Las sustancias materiales que componen el organismo humano no
siguen, en esta combinación biológica, las leyes a las que se somete la materia
en estado de no-vida y solamente reconocen las leyes propias de la vitalidad;
están por tanto animadas y vivas, de la misma forma que el todo se encuentra
animado y vivo. Sobre el organismo reina una fuerza fundamental, inefable y
todopoderosa, que anonada toda tendencia de las partes constitutivas del cuerpo
a acomodarse a las leyes de la presión, del choque, de la fuerza de la inercia,
de la fermentación, de la putrefacción, etc., y que las somete únicamente a las
leyes maravillosas de la vida, es decir las mantiene en un estado de
sensibilidad y actividad necesario para la conservación del todo viviente, o
sea, en un estado dinámico casi espiritual...
10 DE ABRIL DE 2017
Es imposible conocer la esencia de las enfermedades y los
cambios ocultos que son capaces de producir en el organismo: de ahí lo absurdo
de pretender asentar su tratamiento en conjeturas establecidas a este respecto.
Las virtudes curativas de los medicamentos no pueden adivinarse mediante
hipótesis químicas o gracias a las impresiones que éstos ejercen sobre el olfato,
la vista o el gusto y resulta absurdo pretender curar las enfermedades mediante
estas sustancias cuyo abuso entraña tantos peligros desde las presunciones
originadas en semejante fuente. Tan método, por más que invoquemos en su favor
su utilización tan extendida e incluso siendo el único que se utiliza desde
hace miles de años, no es menos contrario a la razón y a los intereses del
género humano, al tomar por verdades las vagas hipótesis que se han forjado
sobre la naturaleza íntima de las enfermedades y oponerlas a las virtudes no
menos imaginarias atribuidas a los medicamentos.
Es preciso que aquello que se debe eliminar en cada
enfermedad para volver al estado de salud sea perfectamente reconocible por
nuestros sentidos y que cada medicamento ponga de manifiesto de forma expresa y
apreciable lo que puede curar con certeza antes de que lo empleemos contra
cualquier padecimiento. De no ser así, la medicina se reduciría a una especie
de lotería donde se juega con la vida de los semejantes y jamás se convertiría
en un verdadero socorro para el hombre enfermo.
Voy a demostrar qué es lo que se nos presenta como
incontestablemente curativo en las enfermedades y qué tenemos que hacer para
asegurarnos de las virtudes curativas que poseen los medicamentos, a fin de
poder emplear después estas sustancias como remedios.
La vida tan sólo podemos conocerla de una forma empírica,
por sus manifestaciones o fenómenos y es absolutamente imposible hacerse una
idea a priori a partir de especulaciones metafísicas. Los mortales jamás podrán
apercibir ni descubrir mediante conjeturas lo que es la vida en sí, en su más
íntima esencia.
La vida del hombre y sus dos estados, la salud y la
enfermedad, no nos la explica ninguno de los principios que sirven para aclarar
otras cuestiones. La vida no puede compararse a nada en el mundo, si no es a sí
misma. No existe ninguna relación entre ella y una máquina hidráulica o de otro
tipo, o una operación química o una descomposición y una producción de gas, o
una batería galvánica. En una palabra, no se asemeja a nada.
La vida humana no obedece bajo ningún concepto a las leyes
puramente físicas que técnicamente ejercen sus efectos sobre las sustancias
inorgánicas. Las sustancias materiales que componen el organismo humano no
siguen, en esta combinación biológica, las leyes a las que se somete la materia
en estado de no-vida y solamente reconocen las leyes propias de la vitalidad;
están por tanto animadas y vivas, de la misma forma que el todo se encuentra
animado y vivo. Sobre el organismo reina una fuerza fundamental, inefable y
todopoderosa, que anonada toda tendencia de las partes constitutivas del cuerpo
a acomodarse a las leyes de la presión, del choque, de la fuerza de la inercia,
de la fermentación, de la putrefacción, etc., y que las somete únicamente a las
leyes maravillosas de la vida, es decir las mantiene en un estado de
sensibilidad y actividad necesario para la conservación del todo viviente, o
sea, en un estado dinámico casi espiritual...