Tomas Pablo Paschero (1904 – 1986)
Tomas Pablo Paschero
fue un médico homeópata argentino, fundador de la Sociedad Médica
Homeopática Argentina (luego Asociación Médica Homeopatica Argentina) en 1933,
y la Escuela de Medicina Homeopática Argentina en 1972, y Presidente de la
Liga Médica Homeopática Internacional LMHI en 1973.
Fue galardonado con la Medalla con el "Símbolo del Sol" por la Asociación Médica
Homeopática de la India, destinada a los grandes
maestros de la homeopatía en el mundo, en 1985. Sólo tenemos tres de estos
soles, Tomas Paschero de Argentina, Pierre Schmidt de Suiza y Proceso Sánchez
Ortega de México.
Estudió medicina, especializándose en obstetricia y se dedicó luego a la
homeopatía al presenciar la curación de un obstinado caso de eczema. Paschero fue discípulo de William Griggs, Eugene Underhill y Julia Minerva Green. Convirtiéndose finalmente en un discípulo de Arthur Hill Grimmer, quien había sido el Jefe de Clínica de James T. Kent en el Hospital de Philadelphia.
Fueron sus discípulos Eugenio Federico Candegabe, Alfonso Masi Elizalde entre tantos otros homeópatas argentinos y del mundo.
Fueron sus discípulos Eugenio Federico Candegabe, Alfonso Masi Elizalde entre tantos otros homeópatas argentinos y del mundo.
Imprimió a la Homeopatía del mundo su profunda comprensión del sufrimiento del ser humano y la necesidad de ayudar al individuo a restablecer su
orden interno para así alcanzar sus más altos y trascendentes fines.
En el aniversario de su fallecimiento, compartimos con
ustedes a modo de homenaje a este Maestro de la Homeopatía, uno de sus escritos
titulados “Carta abierta a los médicos Homeópatas”, en ocasión de asumir la
presidencia de la Liga Médica Homeopática Internacional en el año 1973.
Esperamos que lo disfruten.
Dr. Eduardo
Bitis – Presidente de FAMHA
Dra.
Trinidad Mariano - Directora de EL SIMILLIMUMCARTA ABIERTA A LOS MÉDICOS HOMEÓPATAS (extracto)
… Todos los homeópatas tienen como base de
su práctica, la noción de que la similitud entre enfermedad y medicamento debe
ser establecida por la totalidad de los síntomas pero, aunque se entiende que
esa totalidad es por integración y no por la suma de los valores clínicos,
difieren en el método para deducir esa totalidad y asignar valor característico
a los síntomas….
...Soma y psique son los términos polares
del fenómeno de oposición dialéctica entre los dos extremos de manifestación de
la energía vital.
El conflicto psíquico es transferido a los
órganos en los mismos términos de oposición o pugna entre dos tendencias
opuestas: querer y no querer, dependencia y autoafirmación; en el asma, por
ejemplo, querer y no querer respirar. Es una especie de saboteo de la vida que
jamás se puede curar por el tratamiento de la somatización sino por el del
conflicto en su primaria representación psíquica.
Con una concepción mecanicista sobre la
base de una escrutación físico-quimica de los cambios humorales, no se puede
comprender el sentido de fenómenos de substitución mórbida con manifestaciones
tan distintas como son la transformación de un eczema en asma o una neurosis de
angustia en úlcera de estómago. No existe aparentemente una correlación
fisiológica explicable y sólo se comprende si se reconoce que la energía vital,
ordenadora de la economía interna, actúa bajo la misma ley que rige la
conservación de la energía cósmica en todos sus aspectos, tanto telúricos como
vitales, fijando y derivando por inducción el proceso vital del centro a la
periferia, como ocurre en el átomo y en el mundo sideral.
Los movimientos de la energía del ser
humano como unidad vital están regidos por las mismas leyes que rigen la
actividad de la energía en todas las unidades estructurales de la creación. El
mundo es producto de un movimiento de expansión y centralización;
dialécticamente es un análisis y una síntesis. Cada concentración o síntesis es
una individualidad que se agrupa en formaciones cada vez más complejas: átomo,
moléculas, célula, tejido, órgano, sistema, organismo.
Todas son gradaciones en un curso evolutivo
de complejidad estructural que determina nuevas síntesis con su identidad
individual dada por el nombre y la forma. Establecida la individualidad de un
ser -síntesis de una estructura- se origina en el ser humano un conflicto (el
conflicto humano por excelencia) entre la necesidad de preservar esa
individualidad y la tendencia inmanente, como el instinto más arcaico y profundo
que el de conservación, de obedecer a la ley de la dispersión, de la fusión con
la vida indiferenciada, del receso de la individualidad; estableciéndose la
puja ambivalente entre el egocentrismo y el altruismo, entre el sentido autista
y el sentido trascendente de la vida.
El ser humano necesita expandirse, salirse
de sí mismo, hacer algo, cada vez más por sus semejantes, integrarse en la
unidad del mundo, vivir su propio yo en el otro, encontrarse a sí mismo en la
realidad afectiva de los demás, ser útil y ocuparse de algo que no sea
exclusivamente el propio yo limitado, para hallar el sentido universal de su
existencia.
A esto se llama ley de curación, que no es
más que un subrogado de la ley universal de conservación de la energía. La vis
medicatrix hipocrática que preserva el equilibrio psíquico homeostático del
organismo es una corriente eferente de energía que emergiendo del primigénito
instinto de vida, la voluntad de amor, de integración en el mundo, deriva al
aparato muscular, hacia la superficie, esa voluntad de realización, como los
electrones en el átomo. Toda vez que ésta corriente excéntrica sea interferida,
se produce un bloqueo de la energía en un órgano o sector de la economía y se
desarrolla la lesión patológica. El individuo tiene entonces una enfermedad
somática, una manifestación física, en última significación, una pérdida de la
libertad, una interferencia de la vis medicatrix, que rige la actividad vital
tanto en el constante esfuerzo de adaptación al mundo como en la claudicación crítica
aguda del equilibrio interno. La restauración de la corriente eferente en su
libre tránsito a la superficie, de la mente a la acción muscular, del centro
del organismo a los emunctorios, es el desideratum fundamental de la medicina,
es la vigencia de la ley de curación para que el hombre pueda reasumir la
libertad interna que lo conduzca a la adultez responsable….
…Curar es entonces rectificar la vis
medicatrix en su dinámica vibratoria y conseguir en el enfermo, el estado de
ecuanimidad o ataraxia emocional que le permita superar sus resentimientos,
odios, frustraciones y dependencias infantiles, para cumplir su destino de
trascendencia en el desarrollo del sentimiento de comunidad. Suprimir síntomas
o manifestaciones locales, con productos químicos o medicamentos homeopáticos
de similitud parcial, sin haber comprendido la raíz genética psíquico mental
del miasma en la disposición anímica que condicionó el proceso patológico es
ignorar lo que en ese enfermo hay que realmente curar, lo cual significa una
transgresión médica que todo homeópata consciente debe tratar de obviar en todo
momento y sin disculpa alguna.
Por encima del diagnóstico patológico, la
anamnesis homeopática debe escrutar el sujeto mismo del enfermo, a través de un
conocimiento exhaustivo de su biografía afectiva, sus vicisitudes infantiles y
adolescentes, su relación con sus padres y hermanos, sus experiencias y
traumatismos emocionales, sus ambiciones, sueños y fantasías, en suma, su
radical vida interna que permita comprender por inducción y deducción los
síntomas característicos esenciales de su personalidad, es decir su postura
frente a la vida. Postura y sentimientos que lo estructuraron desde la infancia
y que determinó su patología actual.
Los síntomas psíquicos característicos y
los síntomas generales físicos que generalmente son derivados del estado
psíquico, darán la pauta para determinar un cuadro que definirá el simillimum.
En el curso del tratamiento, la pauta de la curación del enfermo será sola y
únicamente dada por la movilización de ese núcleo psíquico-mental en el sentido
de un cambio positivo de ánimo y conducta, junto a una reedición, en la mayoría
de los casos, de síntomas somáticos latentes.
Si éste síndrome mental no ha sido
removido, si el enfermo continúa con sus resentimientos, angustias, temores, un
comportamiento anormal en su vida afectiva o cualquier otra anomalía de
carácter y ánimo, no obstante la mejoría que acuse de su enfermedad local, por
la cual acudió a la consulta, la curación verdadera, la que producirá como
implicación esencial, el abandono de sus actitudes infantiles de egoísmo y
dependencia, no se producirá, aunque desaparezcan síntomas locales y el propio
enfermo diga que está mejor de su enfermedad orgánica.
Médico y enfermo deben tomar plena conciencia
de este principio fundamental del proceso de curación que implica de parte del
médico un enfoque clínico del enfermo como una totalidad biográfica para saber
lo que en él hay que curar y de parte del enfermo una asunción de la
responsabilidad que le incumbe para rectificar su vida de acuerdo con la ley
natural que rige tanto la adaptación a la vida como la curación. El patrimonio
esencial de la Homeopatía como medicina de la persona, es esta cosmovisión
clinica que le permite considerar al ser humano como un ente individual
segregado de la vida cósmica indiferenciada, a la que debe retornar después de
cumplir el ciclo de su existencia, hallando la realidad de su propio yo en el
sentimiento esencial de su condición humana que lo une a los demás…
… La Homeopatía es la ley terapéutica
fundamental de la medicina y su principio no puede ser otro que la reacción del
ser humano como unidad funcional para la consecución de un fin único, la unidad
en el Todo.
El medicamento homeopático simillimum del
cuadro psórico, como última instancia de todo tratamiento, coloca al enfermo en
condiciones de cumplir con los altos fines de su existencia, como postula
Hahnemann, cuya índole es la de madurar o realizarse preocupándose cada vez
menos de sí mismo como entidad separada.
En ese re-ligamiento con su yo profundo,
trascendente, encuentra recién el hombre la verdadera salud, que no consiste en
la ausencia de enfermedades causadas siempre por una distonía neurovegetativa
que trastoca las funciones corporales y produce las estructuras patológicas,
sino en la solución de los mecanismos inconscientes que ha fraguado como
defensa de la angustia ante su desolación y autismo y lo estanca en el proceso
de maduración con el odio, el resentimiento, los temores, la angustia y todas las
formas de ansiedad que estructuran su carácter. Y es que debemos tomar
conciencia que esta visión antropológica del problema de la enfermedad no nos
aparta de la clínica patológica clásica ni de la medicina científica, hoy en
franca crisis para resolver el enigma del enfermo psico-somático que impone sus
condiciones con apremio cada vez mayor a la clínica moderna, sino que
contribuye decididamente a solventar la tesis tantas veces sostenida de que hay
que curar al enfermo y no a la enfermedad, que un individuo no está enfermo
porque tiene una enfermedad sino que tiene una enfermedad porque está enfermo.
Y está enfermo esencialmente porque ha perturbado su proceso de integración.
La vida consiste en una relación o
comunicación esencial con las cosas y seres del mundo…
… Esta es la homeopatía Hahnemanniana, que
reclama una profunda concepción vitalista del proceso mórbido, con un quehacer
médico inspirado en una visión total y biográfica del enfermo, en su proceso de
maduración psicobiologica, para poder descubrir los síntomas característicos de
su personalidad psíquica, en los que se da la radical unidad de su vida y el
sentido de su enfermedad como un pathos inédito y personal.
La real homeopaticidad curativa se realiza,
cuando el médico aplica el simillimum medicamentoso, cuyo genio patogenético
tenga idénticas características mentales y sea capaz, entonces, de suscitar la
reacción profunda que lo coloque en condiciones de afrontar su existencia con
auténtico sentido de amor a la vida.
Dr. Tomás Pablo Paschero.
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